lunes, 26 de noviembre de 2007

SOLO ALBOS. A propósito de la ya eminente novena estrella

A los hinchas de Liga, por la hermosa coincidencia.

En 1990, el candidato a la presidencia de Colombia, Ernesto Galán, fue asesinado por orden de Pablo Escobar. En Sudáfrica, en el año de 1990, gracias a la liberación de Nelson Mandela, se dio un hito histórico en la reivindicación racial en el continente africano. En 1990 se lanza al mercado la versión 3.1 de Windows, inaugurando la última década del anterior siglo con un producto que revolucionaría la manera de vivir de todos. En Italia, en 1990, los argentinos lloraban la derrota de su selección nacional de fútbol en la final de la Copa del Mundo. En Alemania, se da la tan ansiada unificación, y su primer festejo conjunto fue el cuarto título mundial de fútbol obtenido en el estadio Olímpico de Roma, cuando vencieron a la Argentina 1 por 0. En Ecuador, después de 15 años de espera, Liga Deportiva Universitaria obtenía su cuarto título nacional al vencer a Barcelona en la final del Campeonato de Fútbol; y en mi memoria, yo tenía cinco años, se grabó aquel inolvidable abrazo entre el “gringo” Berrueta y Polo Carrera: ese abrazo con el que se festejó el tercer gol universitario, cuando el uruguayo se lanzó de rodillas al piso y se deslizó, con los puños bien apretados y la garganta llena de gritos, hacia los brazos abiertos de Polo que lo esperaba en la orilla del campo, con los ojos mojados y el pecho hirviendo. Desde ahí, en 1990, comenzó una pasión que gambetea todas las explicaciones posibles y juega de rabona; nació una pasión que esconde la pelota, que tira tacos, que la pisa con elegancia y la toca con precisión. Nació una pasión que juega de primera, que la cachetea con sutileza, para no ofender, para dignificar el juego, nació una pasión bordadora, una pasión blanca.

lunes, 29 de octubre de 2007

GO

El rival devoraba con la mirada el tablero. La mano de éste reposaba sobre el mentón y sus ojos buscaban el lugar, el punto preciso para sobrevivir en la batalla. Observaba con tristeza la armónica figura de la piedras blancas: juntas, fuertes, estoicas, hermosas. El rival, finalmente, alzó la piedra negra entre su dedos (creyó encontar el punto preciso) y la acentó sobre la cuadrícula. Del otro lado, el maestro, que se había estado balanceando suavemente, se detuvo para mirar por última vez el tablero; respiró hondo e intordujo su mano en el tazón para extraer dos piedras blancas. Y con resignación, de esas que uno siente cuando deja a su hijo en la esuela el primer día, colocó las piedras en el filo del tablero. Después de unos segundos, se levantó en profundo silencio, agradeció el juego y se marchó aliviado con todas las miradas en su espalda.

jueves, 2 de agosto de 2007

Respuesta al primer comentario del post anterior

A anónimo y su comentario:

Mi intención, si bien era polemizar la discusión, no era atacar a nadie. Lo que escribí no fue un texto periodístico (por eso de las fuentes); es un blog personal, por ende, personal es ese post. Sin embargo, no creo faltar a la verdad (todo mundo sabe) cuando hablo del asunto musulmán. Mi intención era exponer que, bajo los convencimientos y fervor religioso, si se justifica el consumo de drogas, ¿por qué no, un seguidor musulmán, puede justificar el matar personas en nombre de su religión? Exclusivamente bajo la lógica que mueve a las religiones: fanatismo y convencimiento. Quiero aclarar: no soy musulmán, no tengo nada en contra de ellos. Y ahora, cada vez más, me parece que soy menos católico.

Por otro lado, nunca acusé a nadie de tener faltas ortográficas (¡quién soy yo para hacer eso!). Para tu tranquilidad, anónimo, el texto sobre los Rastafari al que me refería fue escrito por mi hermana. Lo único que dije fue que había pequeños problemas de argumentación; y lo dije porque es mi hermana, porque le tengo confianza y porque sé que a ella le puedo ayudar para que crezca como redactora. Si no hubiera sido mi hermana, nunca me atrevería a calificar la forma de escribir de otros. Me referí, además, a un texto publicado en El Imperdible (tal vez fuiste tú el redactor y por eso la confusión) ; pero simplemente eso, me referí a él y nunca dije nada sobre ese artículo. Es más, si fue publicado es porque estuvo bien hecho. Eso no quiere decir que comulgue con todas esas ideas expuestas. Lo que quería dejar claro es que justificar la droga (tanto en el texto de mi hermana como en el de El Imperdible) con el pretexto Rastafari, es un error. Y de ahí la discusión, opiniones contrarias y no mucho más.

Leí el discurso de Márquez: y mi intención no es juzgar a nadie, el post que comentaste no pretendía atacar a nadie... sólo polemizar un tema que me parece interesante. Di mi opinión, nada más.

Espero quede todo claro, gracias por leer el blog.

Rastafari: justificándose en el mito

Acabo de leer una revista juvenil, de uno de esos colegios "alternativos". Y en la página 16, a blanco y negro, con una buena ortografía y sintaxis, pero con problemas de argumentación(totalmente entendible para una revista hecha por chicos de colegio aún), se desarrolla un artículo sobre la cultura Rastafari. No es necesaria una inferencia aguda para saber que el artículo le extiende la mano a este movimiento extranjero con el afán de que éste, a 77 años de su origen y a más de 5000km de distancia de su cuna natal, sea comprendido e incorporado aquí.
Un artículo similar, en cuanto a sus intenciones, fue publicado en El Imperdible cuando era yo el editor de turno. Una coincidencia en particular, en ambos artículos, llamó mi atención: piden comprensión, espacio y no ser juzgados. Lo curioso, además, es que el comsumo de drogas es justificado. ¡Una cosa de locos! Con la bendición de considerarse una religión, la cultura Rastafari puede drogarse, puede "elevar su estado espiritual a otro nivel". Intentemos reflexionar un poco: ¿se puede aceptar, entonces, que los musulmanes extremos maten a los católicos? Hasta donde tengo entendido, ellos también son una religión. Está claro que detrás de estas religiones, existe una explicación filosófica y hasta gregaria (una explicación que tiene fines de adoctrinación y covencimiento, como toda religión) de porqué drogarse o porqué matar. Con la misma subjetividad con la que se justifica el consumo de marihuana, se abala la guerra de religiones. Las diferecias en lo que promulga cada grupo es evidente, pero el concepto es el mismo: la constitución de un convencimiento abala cualquier acción.

Al repasar una vez más el artículo sobre los Rastafari, me pregunto si esta tendencia cultural tiene cimientos históricos o revolucionarios. Seguramente sí tiene un sostén histórico (de apenas 77 años), pero no revolucionario socialmente (no en las dimensiones que uno supondría para considerar a algo una religión). En este sentido, me da la sensación que las bases de esa organización religiosas se limitó a la coyuntura social específica. Es decir, lo Rastafari no se originó bajo convencimientos espirituales, sino por la necesidad de crear un espacio para los que no se adaptaron a lo establecido. Es por eso, y esto es sólo un intento especulativo, que en la actualidad hay una especia de híbrido religioso: pocos creen según la tradición y son cada vez más las culturlas-religiones que se crean. ¿O acaso el punk, el rock o los neo nazis no son una representación de otras religiones?

De todas maneras, lo más curioso es que se auspician estas tendencias (que claramente tienen una epílogo extranjero) por parte de grupos que fortalecen su identidad viéndose así mismos como nacionalistas. O al menos esa sensación dejan cuando satanizan el libre mercado o cuando se apedrea MacDonals. ¿Qué diferencia hay entre estar convencido de comer MacDonals o fumar marihuana? ¿No merecen la misma toleracnia? Son tendencias distintas (muy distintas) pero ambas se justifican con claros convencimientos, todos subjetivos, pero convencimientos al fin. Lo positivo es que se puede elegir: drogarse o comer una hamburguesa.

lunes, 16 de julio de 2007

La única carta

Para Alejandra

¿Por qué escribo? Seguramente porque creo que no lo hago mal, pero sobre todo porque tengo tiempo y no sé como emplearlo. No encuentro un libro nuevo en la estantería y no hay nada peor que la televisión para recordarte que no tienes compañía. ¿Por qué escribo? Digamos que escribo porque se produce un encuentro misterioso que no necesita (ni soporta) más explicaciones ni adjetivos; digamos que escribo porque me acuerdo de que puedo; y además escribir es siempre más fácil que hablar.

Escribo porque esta mañana me desperté y el silencio supo a ti; y al abrir la ventana, me imaginé mandar un sobre cargado de incertidumbres a donde sueles despertar. Convencido, y tal vez soy un ingenuo, de que eres la única que puede responder lo que yo no quiero. Es curioso, ¿no? Tengo tanto tiempo pero prefiero no despejar mis inquietudes; o mas bien mis miedos.

Escribo para pedirte un favor que aún no estoy seguro cómo llamarlo o decirlo. Es una lástima que el lenguaje no haya inventado una palabra para lo que pretendo expresar. No sé como nombrarlo, esta cárcel que impone la lengua me agobia y entristece. Es una lástima que no domine la lengua como Borges u Onetti o Paz; con seguridad ellos podrían poner en verso lo que quiero decir. Sin embargo, con la necesidad de despojarme, lo llamaré paciencia.

Escribo porque al despertar me di cuenta que aún puedo rescatar ese adiós que hace tantos inviernos (para mí siempre fueron inviernos: tenues y grises) nos partió en la mitad. Escribo porque no estoy seguro del siguiente paso y creo, y no quiero influenciar en tu voluntad, que tú me puedes ayudar. Y es que no puedo quitarme de encima la sensación de estar escondido en un bote salvavidas, bajo siete lonas, en un barco y sin pasaje.

Te escribo porque eres un eterno motivo, porque soy humano y porque te siento más cerca y, obviamente, me siento menos solo. Escribo porque tengo mucho tiempo libre y siento que las horas están en mi puño y se escurren como arena: a una velocidad que asusta. Y entre ese puñado de arena estás tú... y no quiero que te vuelvas a escurrir entre mis dedos. Pero no sé como garantizarlo.

En definitiva, creo que te escribo porque necesito luces. Pero no te angusties, no espero una respuesta; este ejercicio es mas bien una cuestión individual, de desahogo.

Gracias por escuchar, me siento mejor.


Joaquín

lunes, 28 de mayo de 2007

Crónica de una historia que busca un final (la 26 más o menos)

Ha pasado algún tiempo. Pido disculpas por no haber publicado más crónicas de esta historia entre Joaquín y Alejandra (una historia tan mítica como real). El último post del relato fue la crónica número 3. Ahora, como ven en el título, leerán la 26. Es una necesidad del narrador adelantar esta historia hasta ese punto. ¡Sí! Son muchas cosas que faltan por contar, muchas curiosidades pasaron entre la crónica 3 y 26. Todo se relatará a su momento. Sin embargo, reitero, adelantar el relato es una necesidad momentánea del narrador.


Fue así como ocurrió. Joaquín había bebido dos vasos de agua mientras leía un libro de Saramago. Terminó el capítulo X y se levantó del sillón; después de sorber un poco de su café, miró el reloj de mesa: había pasado una hora desde que colgó el teléfono. Alejandra le había ofrecido llamar de vuelta para detallarle algunas cuestiones sobre un posible trabajo.

Hacía dos años que entre Joaquín y Alejandra no había ningún tipo de relación sentimental. Si bien se veían ocasionalmente, más por una voluntad caprichosa del joven, nunca volvieron a estar de novios. Joaquín aprendió a sobrellevar la soledad; aprendió a pensar antes que sentir. No le iba mal: leía mucho, rodeaba su casa de amigos bajo el pretexto del alcohol y la subsistencia y olvidaba.

A Alejandra tampoco le iba mal. Varios hombres pasaron por su vida en ese tiempo; todos, de alguna manera, la marcaron, legaron un cambio. Su recurrencia a la compañía le hizo confundir al amor con acompañamiento. Después de Joaquín, no tuvo una relación tan comprometida; a excepción de Julián. En ese momento, con otras prioridades en mente y con la aceleración que produce el olvido, Alejandra comprendió que se podían vivir más y mejores cosas, más sensibles y húmedas. Julián le demostró que los compromisos acostumbran y que las costumbres enamoran (Joaquín se enteró de algunos detalles de la relación de Alejandra con Julián; con fines dramáticos, explicar sus sensaciones hubiera sido coherente. Sin embargo, aquellas sensaciones, tan fuertes y ricas, desde el punto de vista dramático, merecen una explicación en otra crónica, seguramente la número 15 o 16).

Ambos vivieron su vida a su manera, con su deseos y miedos, con sus amores y desencuentros. Durante esos dos años, el vértigo en el estómago de Joaquín era casi constante: la sensación de perderla definitivamente le vaciaba la barriga. Alejandra, en cambio, muchas veces decidió no sentir vértigo. Decidió bregar por esas palabras que algunas veces escuchó en sus sueños. "Se acabó, ya no puede ser". Ella decidía acabar con todo, pero volvía.

Después de beber el segundo vaso de agua, Joaquín alzó el teléfono y la llamó:

-Hola
-Hola -contestó del otro lado con una voz eterna.
-¿Hablaste con tu primo? -preguntó Joaquín, camuflando su simple intención de escucharla con la de una preopucación laboral.
-Sí, perdón por no llamar antes. -Alejandra le explicó los pasos a seguir para dejar la carpeta; el resto era esperar.

Cuando la lógica pedía despedir la charla y continuar con el método de vida que los había mantenido alejados pero tranquilos, ninguno de los dos quiso despegar el auricular de su oído.

-¿Por qué no podemos estar juntos? -Alejandra preguntó con decisión, llenando de aire sus pulmones y de valentía su corazón.- ¿Crees que podemos volver a intentarlo?

Joaquín había escuchado la pregunta que esperaba por años. Una vez más, Alejandra dejaba de engañarse y se exponía a la respuesta. El pecho del hombre se estrechó y los músculos de su garganta se tensionaron; tragó saliva varias veces: había impedido el paso del sí, ese que en su mente siempre soñó.

-No, no creo que funcione.
-Sí, tienes razón -dijo Alejandra, portegiéndose de la vulnerabilidad.
-Creo, a pesar de los lasos infinitos e inexplicables, que llegó la hora de decirnos gracias y despedirnos; agradezco la confianza y la intimidad de estos años. Tranquila, los beneficios serán tuyos. Supongo que nunca nos conocimos de verdad -las palabras sonaban falsas y se expulsaban pesadas-. Como no tengo ganas de pensar nuevamente en lo tuyo y tus acciones, acepto mi culpa y la responsabilidad de este fiasco. Pero también asumo, para ser justo conmigo, los momentos de felicidad que tuvimos. Yo hice posible los buenos ratos y yo los deshice cuando creí. No, no, no quiero recordar lo que tu hiciste. Prefiero irme convencido de que yo me alejo por mis propios miedos. En todo caso perdón. -en ese momento recordó una frase de Onetti- Nunca te miré de frente la cara, yo jamás te mostré la mía.

Cuando colgaron el teléfono Joaquín bebió un vaso más de agua. Alejandra repetía en su cabeza las últimas palabras del hombre. Los ecos se reiteraban al ritmo de los latidos, de la respiración. "¿Es definitivo?" pensó mientras se acomodaba en la cama. "No, no, como siempre, algún día nos encontraremos..." Su última inferencia la tranquilizó; sabía que tenía que tranquilizarse de alguna manera. Por ahora, seguiría con su actual novio con un sabor amargo, con un peso que estorbaría sus días.

Por su parte, Joaquín terminaba el vaso de agua para evitar que sus ojos se humedezcan. Estaba acostumbrado a esto. Sin embargo, en algún extraño momento, sus convicciones y métodos de vida volvieron a tambalear. Se había acostumbrado a no sufrir, a no dramatizar; pero hoy sus rodillas estaban débiles. "¡Mierda!", pensó, dándose cuenta que la despedida era diferente a las anteriores. Otra vez sintió un vértigo parecido a cuando Alejandra le contó sobre Julián.

En la noche, Joaquín habló:

-Creo que no podré estar con ella
-¿Eso te da miedo? -le respondió alguien en su habitación
-Como nunca
-¿Por qué dices que es definitivo?
-No sé. Creo que ella así lo quiere.
-Tú le dijiste que no funcionaría
-Sí. Supongo que no quiero arriesgarme -contestó Joaquín, con ganas de volver a llamarla y decirle que sí, que fue un loco al decirle que no se imagina con ella en el futuro.
-¿La amas?
-Siempre sueño que la amo
-¿Y ella?
-Es lo que me preocupa. Nunca sueño cómo siente ella.
-Llámala. Dile que no quieres acabar con las posibilidades -le dijeron a Joaquín con una voz tranquila que venía de la ventana.
-Tal vez. De todas formas está en ella volver a darnos una posibilidad. Es ella la que siempre está comprometida, ¿no?
-Tu le dijiste que tampoco funcionaría. ¿No está en ti darse esa posibilidad?
-No, no quiero que esté en mí. No quiero volver a provocar miedo.

Las siguientes crónicas iban a titularse Las que nunca llegarán. Sin embargo, por el inesperado desenlace de este relato. El final de esta historia aún está en búsqueda. Las siguientes crónicas dependerán de la respuesta de Alejandra.

lunes, 23 de abril de 2007

El rol del periodista a propósito de "Tinta roja"

Este fue un trabajo hecho para la Universidad. Sin embargo, lo publico porque me identifico con él. De alguna manera, aquí intento responderme a las preguntas que tienen que ver con la profesión que estudio. De alguna manera, intento tranquilizar mi futuro (jeje).

Tinta Roja es un documento testificante de la batalla entre lo pragmático y lo académico. Dispone sobre la mesa los elementos suficientes para discernir entre las exigencias del trabajo y la moral y ética de las aulas de clases. Por momentos, cuesta ser periodista. Esa parece ser la consigna de una película que, en su conclusión, casi como un contrasentido, deja más dudas que certezas. Dudas, claro está, que deberán ser asumidas y reflexionadas por el espectador. Dudas, por otra parte, que guiarán esta pequeña reflexión.

Es difícil asumir que el papel de los protagonistas del film sea el estereotipo de los periodistas: primero, el que lleva años en la profesión y conoce más por la experiencia que por los libros; segundo, un muchacho lleno de vértigo y expectativas, propio de un estudiante, que piensa que la teoría debe guiar la práctica de su profesión. ¿Hasta que punto, entonces, sirve el sacrificio académico? ¿Es realmente el periodismo como la prostitución? ¿Se lo aprende en las calles? ¿Se busca informar o entretener o vender? ¿Es el periodismo la búsqueda de la verdad? ¿Estamos concientes, los que pretendemos trabajar en la profesión, del poder de los medios de comunicación? Se suma, de manera casi inmediata, a esta fila de interrogantes, una más: quizá la más complicada de responder, pero al mismo tiempo la más necesaria de esclarecer. ¿Qué es la ética periodística? De lejos, da la sensación que esta pregunta se matiza entre un conflicto moral, propio del debate del bien y el mal aristotélico, y la necesidad de cumplir un trabajo que muchas veces significa una forma de supervivencia.

Los medios de comunicación se han convertido, y esto ya es una obviedad, en una institución de poder no reconocida. Los medios saben que la exposición de los hechos a través de su canales son la única garantía de que los acontecimientos, a los ojos de toda la comunidad, existan. Tal barbarie, hace de los medios una especie de gran juez. Y, como un juez, el medio trata de mantener la objetividad frente a los sucesos. Sin embargo, cómo hacer para que un medio, hecho de personas, pierda la subjetividad. Los lineamientos periodísticos de un medio varían, justamente, porque están conformados por personas con ideales y principios distintos: algunos con intenciones más comerciales que otros, pero todos, sin exclusión, con la convicción de que esto es un negocio. De no ser así, todos los medios masivos de comunicación tendrían la misma tendencia y objetivos.

No es necesario investigar mucho para determinar que quien maneja las ideas de una sociedad controla el destino de la misma. La influencia ideológica de la masa ciudadana es un arma medible únicamente al calor de los hechos: se percibe poco su poder hasta que sus objetivos son logrados (pregúntese esto a presidentes derrocados). ¿Cómo, entonces, toda una masa ciudadana se moviliza bajo los mismos principios e ideales? Necesitan un canalizador que sintonice y agrupe las ideas: el trabajo idóneo de un medio de comunicación. Este planteamiento, alguna vez sugerido por Mateo Requesens[1], propone entonces que los medios de comunicación son quienes, en resumen, dirigen los destinos de una masa ciudadana. A priori, esta idea podría sonar exagerada. Sin embargo, de seguir con el lineamiento de Requesens, podemos preguntarnos en qué medida, periódicos como “El Clamor”, son un reflejo de las sociedades latinoamericanas. ¿La manera de hacer periodismo en nuestros países es análoga a nuestra cultura? Si aceptamos esto, entonces se admite que le medio de comunicación es un hacedor de culturas.

El papel de los medios es, pues, el de guiar, informar, y sí, también vender. Objetivos que entran en categorías distintas pero que a la vez son indispensables para que un periódico, un canal de televisión, una radio o una página de internet sobrevivan en estos tiempos modernos. Los medios de comunicación deben exponer los hechos, a riesgo de que la comunidad asuma que lo no expuesto no existe. En resumen, y de manera pragmática, ese es el papel de los medios de comunicación.

La controversia surge en el cómo desempeñar ese papel. Porque al hacerlo de maneras no convenientes, el medio puede asumir otro rol que no es propio de él: el ser un juzgador de los hechos. El cómo, entonces, es una manera de determinar la ética del periodismo. No obstante, tal menester implica, a grandes rasgos, que todos quienes estén involucrados en la profesión coincidan en una única manera de comportamiento del periodista y del medio en sí. Está claro que esto no sucede ni sucederá. ¿Cuál es la ética, entonces? ¿Es una sola o se admiten varios cómos, varias maneras de hacer periodismo?

Por el momento, y con la necesidad de encontrar una respuesta para la tranquilidad de quien escribe esta reflexión, podemos decir que la ética periodística es estar, precisamente, conciente de lo difícil que es definirla. Estar conciente, además, de todo lo expuesto antes: del poder de los medios de comunicación, de su papel masificador, de cómo es visto por la comunidad, de su importancia como decidor de los hechos importantes y poco importantes. La ética consiste en dar cuenta de esto cuando se ejerce la profesión.

Seguramente el debate será aún eterno. No obstante, ser periodista significa ver el problema desde adentro. Significa tener en sus manos un poder inimaginable para que las masas ciudadanas convivan de mejor manera en una sociedad que ve, inconcientemente, en los medios, un instrumento modelador de sus ideales.
El rol y ética del periodismo está, seguimos buscando la respuesta, en saber usar ese poder. Está en asumir esa responsabilidad. Está, de alguna manera, en saber gobernar ese poder que todos los medios lo tienen, pero que muchas veces pretenden ignorarlo.

[1] Catedrático y periodista español. Director de “Mundo Digital” periódico web.

¿Por qué el fútbol?

Esta opinión la armamos junto con mi hermano; y surge gracias a las entrevistas realizadas a Nelson Reascos (decano de la Facultad de Sociología) y Alfonso Laso (periodista deportivo).
El fútbol sólo se puede comprender desde la base misma de lo social y lo cotidiano; su aprehensión supera las propias barreras del deporte y se extiende hasta ámbitos inimaginables. Es un juego para el mendigo y el empresario, para el africano y el albino, es un juego sin dueños pero de todos.

Hace aproximadamente cuarenta años, el deporte, y específicamente el fútbol, se constituyó en uno de los aspectos identitarios de nuestra nacionalidad. No obstante, no fue hasta hace ocho años que el fútbol se convirtió en ese referente (aunque efímero, referente al fin) que nos pavimenta un camino hacia una autoestima menos abatida. Existen logros en el mundo técnico y académico que también forman parte de este pelotón que estimulan la autoestima nacional. Sin embargo, el deporte es lo más vitrinal, y por ende, lo más manejado por los medios; tanto así, que incluso ha logrado una revalorización étnica. Posiblemente el deporte sea una de las pocas actividades donde podemos encontrar un estereotipo que se acerca, de manera más fidedigna, al ecuatoriano. Agustín Delgado, Martha Tenorio, Jefferson Pérez, son hombres y mujeres que se asemejan más al ciudadano ecuatoriano común.

Inmersos en la seriedad y hermetismo académico, muchos cuestionarán la validez del fútbol como un tema de discusión nacional. Aún manteniendo este criterio, tenemos que coincidir en que el fútbol es el asunto más serio dentro de lo poco serio; y es que cómo explicar que un juego, algo tan sencillo como eso, ocupe un lugar tan significativo en la sociedad ecuatoriana y mundial.
El papel del fútbol en una comunidad como la nuestra, va más allá de dos horas de catarsis espiritual donde un individuo puede descargar todo el estrés de una semana laboral. El deporte es una de las actividades que nos brindan la posibilidad de sentirnos un poco más humanos, con pasiones y arrebatos, de volver, de cierta forma, a sentirnos niños. De ahí que la actividad futbolera y todo lo que conlleva, no resulte intrascendente. Esto explica que artistas de la magnitud de Galeano, Onetti, Fontanarrosa, entre otros, hayan puesto sus ojos en el fútbol. Es una arte efímero, desenfadado.

Si bien el fútbol ha ganado un gran espacio en nuestra sociedad y por ende en los medios de comunicación con la clasificación al mundial, todavía estamos lejos de ser un país futbolizado. El éxtasis del balompié no es duradero y se sabe que no incide determinantemente en la vida del aficionado. Se podría considerar, más bien, que somos una sociedad novelizada: con novelas en todos los canales y con la tranquilidad de su rentabilidad, en proporción se ve más novelas que partidos de fútbol.
Más allá de esto, este deporte no deja de ser una industria capaz de mover a 3 800 millones de personas (espectadores de la final de la copa del mundo en el 2002). Ha permitido, además, que se le unan otras corrientes sociales para que, aprovechando el éxito deportivo, crezcan y lucren al mismo tiempo. Las empresas publicitarias han sabido tomar ventaja de la fiebre mundialista para crear un público propenso para el consumo de todo tipo de producto referente al fútbol. Sin embargo, con el apoyo de estas mismas empresas, organizaciones caritativas y dirigidas por los propios futbolistas, pueden contar con los recursos que ellos necesitan para hacer su trabajo, básicamente social. En este sentido y bajo esta consideración, el fútbol ha logrado que varios organizaciones se involucren en menesteres de ayuda social y apoyo logístico para los sectores marginados. Fenómeno que ningún otro actante social ha conseguido.

Después de todo, la conquista futbolera en una sociedad con tantas carencias, ha permitido al ecuatoriano creer que los más altos objetivos son posibles.

jueves, 5 de abril de 2007

Cuenta Cuentos. HISTORIAS DE JULIO EGUIGUREM

No crecí queriendo ser como mis padres, sino como don Julio Eguigurem. Es por eso que entré en la política por la puerta de atrás. Sin apadrinamientos, casi de casualidad. Repitiéndome y repitiendo a todos lo mismo: “La política es un fiasco. Al igual que la democracia. ¿Realmente creen que estos sinvergüenzas hacen algo por la nación?”. Lo decía sin reparo de mis padres, convencido de que aquella frase me acompañaría a lo largo de mi vida. Hoy, sin embargo, creo que lo decía por temor a involucrarme en la lista de mis viejos y decepcionarlos. En realidad, por temor es que funcionaba el partido, o la política en general. Recuerdo que toda la ciudad temía al Partido Revolucionario de Reivindicación Ítaloamericana, el PRRI.

Las elecciones del 74´ fueron decisivas para el PRRI, y, además, marcaron mi futuro. Tenía 26 años y había sido confidente de las reuniones, supongo que de altísima relevancia algunas, entre mi padre, los banqueros, ministros y don Julio Eguigurem, el asistente de mi padre. Don Julio siempre lo acompañaba. No salía en la TV o en los diarios, sin embargo siempre estaba ahí, cargando las carpetas y contestando las llamadas. El día de cierre de campaña (mi padre aspiraba a la presidencia) la excitación y el estrés no cabían en la oficina. Don Julio, como poca veces, fruncía el ceño recorriendo los pasillos, ocultaba sus manos, se impacientaba. Asumí que su intranquilidad se debía al retraso de mi padre a la rueda de prensa planificada en la planta baja. El retraso era de casi una hora y mi viejo no salía de su despacho. Al irlo a buscar lo encontraron sentado en el sillón con una herida de bala en su cabeza. Ese año, Don Julio remplazó a mi padre y al año siguiente, gracias a un golpe de estado político auspiciado por el PRRI, Don Julio Eguigurem asumió la presidencia.

Hoy, su asistente soy yo. Y el cierre de una nueva campaña se anuncia con una rueda de prensa que lleva varios minutos de retraso.

miércoles, 28 de marzo de 2007

Cuenta cuentos. La casa de Asterión (el borrador)

El minotauro, ensimismado, contenía el aliento y dejaba caer una lágrima a cada grito de Teseo. Su falta de hambre había salvado al muchacho, y ahora el muchacho lo podía salvar a él.

Asterión dejó de ver al horizonte y levantó la espada. Se dirigió al afortunado hombre y arrojó el arma a unos pasos de Teseo. El minotauro lo liberó de las cadenas y le dio la espalda a su pasado, para mirar, en algún lugar desprovisto de paredes, la inmortalidad.

miércoles, 7 de marzo de 2007

SÓLO ALBOS. De esas noches....

Es difícil definir el olor a fútbol. Quizá porque, pragmáticamente, no es un olor. O mejor dicho, no es sólo un olor. Es por eso que muchos no entenderán cuando digo que al ir a la cancha de la U, un par de minutos antes de parquear el auto, ya se huele a fútbol. Y es que ir a la cancha es un ritual de los más necesitados por todos (los futboleros claro está). Por tanto, cuando digo que huele a fútbol, me refiero a la narración de las particularidades y razones de ese ritual, que las vas descubriendo a medida que te acercas al estadio.

Minutos antes de parquear, cuando tomas la curva en la Diego de Vásquez, casi sin querer, el enorme marcador electrónico del estadio de Ponciano aparece deslumbrante, y el sello de la U en la pantalla golpea tu vista, como sacándote del ensimismamiento, para volver al eje, para anunciarte que estás cerca de entrar. Allí, en ese primer momento, se huele a fútbol. Y aquella sensación es acompañada por algo indispensable para que el ritual vaya tomando forma: la ansiedad y los nervios. Más aún cuando el rival es Colo-Colo. Es por eso que bajas del auto con apuro, casi sin preguntar el precio por la cuidada del carro. Agarras bien tu entrada, te acomodas la chompa, ves al cielo, no lloverá, caminas, esperas, tomas un bocado profundo de aire... y el ¡Vamo Liga, carajo! es acompañado por un sonoro aplauso.

La caminata a la entrada del estadio continúa. Vuelves hacia la Diego de Vásquez para cruzar la calle acompañado de cientos de personas que, desde distintas vertientes de la zona, desembocan todos en esta avenida. Las camisetas blancas se aglomeran, forman un mancha enorme que se mueve a un mismo ritmo, bajo una misma ilusión; y en el descenso hacia a la general norte el ritual toma color y armonía. Los bombos suenan, los barras bravas toman la batuta de los cantos y todos, contagiandos por el ritmo y con la necesidad de librarse de la ansiedad y los nervios, cantan: ¡Dale oh, dale oh, dale oh , dale oh! ¡Albo vos sos la alegría, sos lo más grande que hay en mi vida! ¡Dale oh... Y todos siguen caminando.

La fila para entrar es enorme. Sin embargo, se mueve; y la espera se acorta con una radio en la mano (dale oh, dale oh) y una fugaz conversación con el hincha, compañero implícito, de atrás. Todos pronostican un resultado y, obviamente, en ninguna de las premoniciones, Liga pierde. Es más, en la mayoría, golea. Será siempre una incógnita saber cómo razona el aficionado, (dale oh, dale oh) cómo hace para argumentar, y convence a todos, de que su equipo golea siempre. Y en ninguna de sus explicaciones las razones son lógicas. Seguramente a quien convence, intento explicarme, es a otro hincha, que tampoco busca encontrar lógica en una conversación de fútbol. (dale oh, dale oh)

Todos han ingresado al estadio y la Liga ya está en la cancha; los chilenos también. Ya acomodados en las gradas, los nervios aumentan. De esta manera, el ritual termina para dar paso a otro ritual aún más complicado de narrar, pero donde el olor a fútbol es aún más evidente.

martes, 27 de febrero de 2007

Crónicas de una historia que busca un final (3)

...entonces, ahí nos hablamos.

Esas fueron las últimas palabras de Joaquín al teléfono. No un chao, que duermas bien, que descanses, sueña en mí, o cualquier otra frase rápida y fácil que sirva de epílogo de una conversación telefónica que, con mucho esfuerzo de ambas partes, se prolongó por media hora. No fueron pronunciadas, obviamente, oraciones como te quiero mucho o, peor aún, te amo.

En realidad, y con exactitud, Alejandra y Joaquín hablaron por 27 minutos y unos pocos segundos más. Los segundos necesarios para la despedida de Joaquín: entonces, ahí nos hablamos. La pausa que, por motivos de puntuación, se expresa con una coma, representa casi la mitad de los segundos transcurridos durante la frase. Con exactitud, entonces, la última expresión que despidió la llamada duró 4 segundos. Si bien la relación apenas empieza, muchos coincidirán si decimos que el tiempo dedicado por Joaquín, casi efímero, para despedir a Alejandra, es el primer desacierto como novio. No sabemos, o al menos yo, como su narrador[1], los motivos específicos por los cuales el novio no se empeñó en insinuar palabras de cariño y aprecio hacia la novia. Sin embargo, podemos especular. Ejercicio, además, indispensable, debido al espacio otorgado a la imaginación, para escribir un relato. Por un lado, podemos suponer que Joaquín teme al compromiso con una muchacha. Lo cual implicaría muchas inseguridades y traumas que, por efectos de composición del cuento, no serán explicadas. La otra opción: que simplemente se haya arrepentido del compromiso recientemente adquirido. Pero no descartemos, ni más faltaba, la posibilidad de que, la enorme ilusión que Alejandra produce en Joaquín, provoque en el interior del hombre una suerte de contrasentido en el que las palabras deciden el curso contrario de las intenciones. O, simplemente, algo se dijo en esa charla que no dio lugar a otra despedida.

Entonces, ahí nos hablamos... ¡Vaya frase para despedir a la novia! O quizá Alejandra, que derramó su vaso de limonada mientras hablaba, quedó en llamarlo después de secar su ropa.



[1] La intención irónica de esta última aseveración es evidente. Si yo, como narrador y dueño de la historia, no conozco algún aspecto de la misma, menos ustedes como lectores. La aclaración la hago para la tranquilidad de los más ortodoxos en las técnicas de narración. Para mantener, como si fuera ley, la consistencia en el relato.

jueves, 22 de febrero de 2007

Cuenta cuentos. PURIFICACIÓN

La imagen lo perturbó de inmediato.

- Ya pasó, ya no duele - la voz interrumpió el ensimismamiento del sujeto que había clavado sus ojos sobre el rincón donde se recogía Juan Carlos.
- Pero qué ha pasado - no alcanzó a pronunciar ni una palabra de lo que se preguntaba cuando encontró la respuesta a unos pasos de él. El frasco donde Juan Carlos conservaba su colección de insectos africanos se hallaba en el suelo, quebrado el cristal. Un sutil pánico se apoderó del sujeto que enseguida dio un paso hacia atrás, queriendo alcanzar la salida pero sin lograrlo porque le detenía la condición de su amigo… su rostro. Le detenía, convengamos, la compasión. Tan inoportuna siempre.

- No te preocupes, apenas se rompió el frasco fumigué el departamento – desde el suelo Juan Carlos tranquilizó a su única ayuda en ese momento, adivinando la preocupación del sujeto al constatar el quebramiento del recipiente que encerraba a los animales.
- Cómo estoy, cómo me veo; ya salió todo el veneno, creo. Aún veo con un ojo - continuó Juan Carlos, asustado, recogido en la esquina, con miedo, ya rechazado.
La picazón del bicho contenía el veneno inasible y fatal. La inflamación del lado izquierdo del rostro infló las venas que sostenían al ojo, éste, inevitablemente, saltó de su empotramiento, acumulándose la sangre en la base del pómulo; la leve elevación de color habano se iba extendiendo hasta llegar a la nariz provocando un dolor insoportable. La desubicación del lente humano originó el drenaje de un líquido verdoso, extrañamente espeso, que fluía de la base de la estropeada córnea; el líquido fluía imparable, tóxico, por lo cual la enorme sombra verde se adhería a la piel, la corroía, se penetraba hasta desintegrar el hueso que sostenía la deforme cara de Juan Carlos.

- No te preocupes – dijo el amigo – los paramédicos están por llegar. Se había acercado a Juan Carlos con recelo, lo necesario para darle confianza. Se inclinó hacía el desgraciado hombre con la morbosa curiosidad de identificar los detalles de las heridas, de las llagas secas. Lo conmovió una vez más la imagen; sabía que su amigo lloraba pero no había lágrimas, sabía que había dolor pero Juan Carlos sonreía. Sonreía como si no le importara la ceguera de su ojo derecho, su cara deforme, sus huesos casi al aire. Su semblante, a pesar de lo anormal del rostro, parecía recobrar un aire jovial, tranquilo. El sujeto supuso que a Juan Carlos le tranquilizaba su presencia. Supuso. El sujeto seguía en frente de Juan Carlos, se llevó la mano atrás de la cabeza, como si quisiera asentarse la base del cabello, y se acomodó la etiqueta de su camisa. Cuando trajo su mano de nuevo al frente un río de hormigas caminaba por debajo de la manga.

miércoles, 21 de febrero de 2007

Cuenta cuentos. REPORTE 2

Hace aproximadamente dos días, hemos encontrado un documento que, después de la revisión del personal de nuestro departamento investigativo, hemos concluido se trata de una especie de crónica que explica el origen de esta nueva era. Está claro que no se puede tomar como una verdad científica este tipo de documentos que mas bien obedecen a la ficción. Sin embargo, creemos prudente poner a su conocimiento este hallazgo. Como lo hemos anticipado, la investigación entorno al espejo exige primero una investigación entorno a los principio de nuestra raza y su relación con el sistema planetario en el que vivimos. Por esa razón este documento que les presentamos nos parece oportuno e interesante.


La nave se crispaba intensamente. El movimiento indescifrable del vehículo inestabilizaba los circuitos moleculares que mantenían el funcionamiento normal y fluido en la cabina; la compresión entre los cuerpos se debilitaba, provocando que la cabina se transforme en un ir y venir frenético de objetos que peligraban la integridad de los hombres a bordo. El ambiente incomodaba a los tripulantes que, abrumados, no atinaban una maniobra que les permita retomar el curso que había enrumbado a la nave hacia lo que, en apariencia, constituía una fuerza de atracción central de un sistema que no constaba en los planos de navegación del computador.

El temblor interno se intensificaba. El vehículo, de a poco, se convertía en un objeto errante, cuyo destino final de vuelo estaba a merced de aquella fuerza centrífuga que la atraía a sus entrañas. Todos abordo se aseguraron a sus asientos con las correas que colgaban a los lados, formando una cruz negra en sus pechos. La nave caía precipitadamente.

Aquel acelerado descenso provocaba un vacío en el estómago de los tres tripulantes. Max, el teniente a bordo, permanecía impávido, él y su asiento parecían uno; su vista, asustada, se perdía en el firmamento de aquel planeta al que, llenos de vértigo y con poco control de la aeronave, se acercaban rápidamente. De no ser por la contracción de los dedos de sus manos, aferrados a sus rodillas, la imagen de Max era perturbante: no se movía, no se distinguía la inhalación del aire, ni un pestañeo, no era capaz de articular una palabra. Aquel silencio alarmante, impropio en un humano, de cierto modo, equilibraba el ambiente en la cabina frente a los desenfrenados gritos y órdenes no correspondidas que emitía Ssob, el capitán en jefe. Como responsable de la expedición (que ya aparentaba un fracaso) Ssob intentaba, por todos los medios, recobrar el control del vehículo; a pesar de estar atado a su asiento el capitán no se cansaba de manipular los controles principales, desesperado, gesticulaba torpemente, gritaba incoherencias que pretendía sean captadas por Dooku, el científico e investigador de la tripulación, pero éste tampoco reaccionaba. El griterío de Ssob sólo encontraba los ecos de las ya ardientes latas de la nave. Un cegante estallido justo en frente de la nariz del vehículo, arrancó espeluznantes alaridos por parte de los tres hombres. Max y Dooku intentaban mermar el vacío de sus estómagos juntando las rodillas al pecho, pretendiendo arroparse con su cuerpo. Ssob sólo cerró sus ojos, sintiendo el sudor apoderarse de su rostro y al miedo carcomer sus intestinos y desahogar sus esfínteres.

La nave iba rompiendo la atmósfera de aquel sistema, de aquel planeta que los recibía amenazante. El calor al interior de la cabina era infernal; sin embargo, esa penetración en una presión atmosférica similar a la de su sistema, acumuló fricciones que originaron chispas cerca de los propulsores posteriores, llenando su interior con suficiente energía para que éstos vuelvan a prender. La tripulación recobraba, parcialmente, los circuitos moleculares y el control del vehículo, no obstante, el choque era eminente...

El impacto sorprendió a todos. La aeronave pareció haberse hundido, por un momento, sobre una superficie que amortiguó la caída; suficiente para detener la peligrosísima velocidad con la que descendía el proyectil. Después de varios segundos (que en la mente de los hombres parecieron minutos) en los que la nave se mantuvo en esta especie de cama elástica que de a poco cedía al peso de los hierros hirviendo, finalmente la nave cayó a tierra y un inmenso velo de arena cubrió los cristales del vehículo. Al interior de la cabina todo se vino encima; y sólo después de un minuto, cuando las cosas terminaron de caer y todo parecía estable ya, los tripulantes tomaron conciencia del daño: las miradas recorrían el lugar de arriba a abajo, de derecha a izquierda, como queriendo encontrar un orden que ya no había. Sólo en esos momentos los olores a orines y metal y cable y plástico fundidos se hicieron evidentes. Inhalaron profundamente, se sacudieron las cabezas, se desabrocharon los cinturones, se reconocieron entre sí y abrieron lo que quedaba de puerta.
Los primeros en bajarse fueron Dooku y Ssob. Max, lentamente, recobraba la tranquilidad y el color de la piel. En efecto, los tres náufragos comprobaron que la aeronave había impactado con una especie de enorme carpa antes de colapsar con la superficie. El inmenso agujero en lo alto de la carpa, provocado por el choque del proyectil, permitía atisbar una cielo anaranjado, hermoso; un cielo inasible que oscurecía y opacaba esos últimos rayos de sol que luchaban aún por brillar antes de desaparecer en el horizonte.

El aspecto dentro de la carpa no era igual, el panorama entristecía a cualquiera; y no hacía falta salir de la misma para saber que el planeta estaba vacío. Las huellas de destrucción se evidenciaban a través de los ventanales de aquel invernadero. Afuera, el paisaje era desolador, polvoriento, con unas enormes huellas negras en la tierra, de las cuales, en la espantosa tranquilidad e infinitud de aquel desierto, salía todavía humo, provocado por algún tipo de impacto nuclear. Lo que la carpa guardaba parecía haberse conservado mejor. Aparentemente se encontraban en lo que algún día fue un centro de documentación y recopilación de información. Los anaqueles aún guardaban una cierta distancia simétrica entre sí; algunos estaban destruidos totalmente, doblados sus hierros y con los libros y papeles regados por el piso, como una gran alfombra blanca. El más entusiasta a la hora de explorar las hojas fue Dooku, detrás lo siguieron Max y el capitán en jefe. Los tres empezaron a revisar las amarillas páginas que encontraban. Sin embargo, una información en particular les llamó la atención.

Ssob había encontrado algo dentro de un paquete de hojas que habían sido resguardadas por una caja metálica negra. El documento podía leerse sorprendentemente con claridad. Los tres revisaron el contenido: “Antropos, Antropología”, eran las palabras que confundían a los tripulantes; sin embrago, emocionado, con los ojos iluminados y enormes, Dooku recordó que aquellas palabras respondían a una lengua antiquísima de una cultura llamada griega. “Antrophos= hombre; logía= tratado” enunció entusiasta Dooku. Las miradas silenciosas se cruzaron; consternados, los hombres esbozaron una sonrisa nueva, se tomaron la cabeza, gritaron al firmamento, se desahogaron de lo que parecía ser una incertidumbre de siglos. En sus manos reposaba la prueba fehaciente de lo que hasta ahora había sido un mito, una leyenda que trataba de explicar el origen de su sistema, de su mundo. El amarillo papel confirmaba la existencia de lo que algún día fue la raza humana.


Departamento Investigativo 64 (Cuarta Órbita)
Recopilación: Michael de Nostradamus, 35- julio lunar - 3026

viernes, 16 de febrero de 2007

Cuenta cuentos. HISTERIA

La histeria, según el análisis psicológico, es una de las neurosis más complicadas que la persona podría experimentar. A diferencia de las psicosis, las enfermedades neuróticas se caracterizan por no deformar la personalidad del individuo; la histeria, por ende, es una enfermedad curable.

La histeria es una neurosis provocada, posiblemente, por rasgos genéticos; sin embargo, no se descarta, como causa, las experiencias traumáticas del sujeto. Este desorden psíquico es un desequilibrio entre las necesidades internas de la persona frente a las exigencias del medio social. Dicha particularidad generará una frustración creciente pues las carencias psíquicas (desadaptación social) no encontrarán un lugar cómodo para el desarrollo pleno del individuo.

El sujeto histérico es un exagerador de las relaciones y comportamientos sociales; posee una personalidad cambiante: puede ser extremadamente afectivo pero resentirse ante todo. La histeria se caracteriza por una constante actitud hipócrita, una buena voluntad sin razón. La persona que sufre de esta patología siempre asume un papel de víctima frente a cualquier relación; vive su vida asignando rolles (tal cual un teatro) a sus amistades o familiares; el individuo histérico trata de manipular a la gente que lo rodea para satisfacer necesidades desequilibradas psíquicamente.

Esta patología puede llegar a extremos alarmantes. La histeria conduce a la persona a experimentar síntomas somáticos recurrentes y muy incómodos: dolor de estómago, dolor de cabeza, falta de apetito, dolor de espalda, dependiendo de la persona. El punto culminante de la enfermedad patológica, es el ataque histérico, que, mediante gritos ensordecedores, un discurso apocalíptico y cierto distanciamiento de la realidad, pueden desembocar en el internamiento del individuo. De no ser internado y tratado apropiadamente, quienes rodeen al histérico podrían morir en sus manos. Mejor intérnese.

Cuenta cuentos. REPORTE INICIAL

Pocas cosas son la que me intrigan e incomodan. La generalidad de las personas suelen mostrar poco interés e incomodidad con los espejos. Para mí, esa es una de las pocas cosas que desequilibran mi ánimo. Empotrada en los sitios más inoportunos, el espejo es el permanente recuerdo atormentador de tu existencia, pero de otra vida.

Es, el espejo, un elemento del más allá (metafísico); esto, de ninguna manera, carece de un fundamento empírico. Es algo que sólo podría explicarse por el mito de su creación. Sin embargo, ni su elaboración o fecha de aparecimiento están definidos, varían según las culturas[1] . A pesar de esto, en todas las versiones posibles (incluso en la mía) el espejo es concebido como un instrumento visible del mundo de seres que no somos nosotros, que nos imitan, o mejor dicho, nos vigilan y asechan esperando algo aún no especificado por los estudiosos[2]. El espejo es una herramienta de análisis para los que viven del otro lado; aquellas personas, según algunos reflejólogos, intentan disfrazarse mediante un fiel reflejo de ustedes y de mí, para esconder intenciones que aún esperan clarificación. Si bien el espejo, en la práctica, ha sido útil para satisfacer necesidades vanidosas, tenemos que recordar que su función principal es espiar. Mientras más nos veamos en él, más sabrán de nosotros aquellos individuos que, hasta no confirmar sus propósitos, son una amenaza para todos.

Las investigaciones continúan su curso previsto. No obstante, la misteriosa e inquietante condición del espejo es ya un certeza.

Departamento Investigativo 64 (Cuarta Órbita)
Reporte: Michael de Nostradamus, 27- julio - 3026



[1] Por motivos de mi relato, es innecesario especificar los mitos y leyendas de cada una de las culturas en torno a la aparición del espejo.
[2] En los últimos dos años el Departamento General de Gobierno ha creado un centro de investigación y estudio del espejo, su condición y particularidades. Este centro se mantiene bajo estricto secreto para evitar desestabilizar a la comunidad.

Cuenta cuentos

El nombre de esta entrada, me parece, es igual a la que tenía una publicación de cuentos para niños, hace ya más o menos 18 años. Lo que sugiere el nombre está clarísimo. Sin embargo, un comentario previo a manera de prólogo. Por momentos, tengo el descaro de pretender ser escritor. No lo soy (y no sé si lo seré). Y supongo que tampoco busco serlo. Tan es así, que ni siquiera voy a estudiar (por cobardía, no por otra cosa) literatura. Pero sí sé que escribir me relaja. Es un ejercicio necesario para volver al equilibrio emocional que constantemente lo pierdo. Por eso escribo, realmente no hay otros motivos.

miércoles, 14 de febrero de 2007

Crónicas de una historia que busca un final (2)

La primera visita la hizo acompañado de un amigo. No porque, en algún nivel subconsciente de la mente de Joaquín, tema la interactuación a solas con Alejandra, sino porque hasta ese día Joaquín no sabía la ubicación del domicilio de su novia; su amigo, que conocía a Alejandra anteriormente, lo guió. La casa no era grande. Pero era suficiente para las dos personas que vivían allí: Alejandra y su madre. Lectores minuciosos y altamente sensibles, podrían llegar a resentirse si supieran que, junto a las mujeres, convivía un gato. Gato que no fue tomando en cuenta a la hora de enumerar los seres que habitaban la casa. No obstante, para la tranquilidad de este relato pero la intranquilidad de aquellos más susceptibles, el gato murió no mucho despúes de esta primera visita.

Alejandra no recibió a Joaquín (ni a su amigo, que para este momento ya era un estorbo) dentro del domicilio. El encuentro se desarrolló en la vereda, bajo las luces de la avenida y de una luna que apenas se atisbaba entre la nubes. El diálogo, que teórica y usualmente lo participan dos, esta vez tuvo tres actores. La actriz de reparto fue Alejandra. Los dos protagonistas principales, Joaquín y su amigo, monopolizaron la conversación. No porque no querían que Alejandra forme parte de la charla, la razón obedecía a un comportamiento social simple. Joaquín y su amigo, producto del tiempo que se conocían, se sentían más cómodos hablando entre ellos. Alejandra lo comprendía y, por momentos, lo aceptaba. Sin embargo, tenía claro que en pocos meses la situación cambiaría. Horas más tarde, Joaquín contestó el teléfono de su casa.

lunes, 12 de febrero de 2007

Disculpas

Con frecuencia los apresuramientos e incontrolables emociones, propias de la juventud, te hacen equivocar. Cuando eso pasa, en perjucio de los tuyos, de quienes valoras realmente, lo más sensato es arrepentirse. Y, por ende, disculparse.

A Diana, por no estar ahí producto de mis apresuramientos sin sentido.
Perdón amiga

sábado, 10 de febrero de 2007

Crónicas de una historia que busca un final (1)

Joaquín se dejaba hundir en el sofá. Disfrutaba la suavidad de los cojines, el perfume a café, el calor del fuego a su izquierda, la música de Serrat. La baja intensidad de la luz lo hacía sentirse protegido y confiado. Tanta comodidad, no habitual para él en esta última etapa, le era extraña pero placentera (ojos cerrados, mente dispersa). Tanta comodidad, desde hace tiempo añorada por él, por poco y le hace olvidar de la mujer a su derecha (ojos abiertos, mente lúcida). Ella, Alejandra, curiosamente, sentía que como pocas veces en su vida la conversación fluía sin incomodidades. Hablaba con alegría. Él escuchaba con comodidad. Y si aparecían los silencios, tan indeseados en esos casos, se hablaban con la mirada, que muchas veces dice lo que por cobardía los labios no pronuncian. Joaquín se dejaba hundir en el sofá sintiéndose cada vez mejor. Alejandra ya no hablaba. Ambos ocuparon sus labios (ojos cerrados, mentes ilusionadas).

viernes, 9 de febrero de 2007

SÓLO ALBOS

El fútbol es, ante todo, pasión. Es triunfo y derrota; ansiedad, alegría, tristeza. El fútbol es, siempre, grato. No pretendan, entonces, encontrar, en este espacio, razonamientos lógicos. Hago esta aclaración para evitar el resentimiento de miles y miles de personas que no son hichas de Liga Deportiva Universitaria y que seguramente serán aludidos peyorativamente en los comentarios. SÓLO ALBOS, bienvenidos.

A los hinchas de Liga, por la simpatía implícita y el cariño compartido.

Milan Kundera decía que los recuerdos no siempre se parecen. Y Bryce Echenique aseguraba que la vida es increíblemente bella, pero uno suele ser bastante injusto con la felicidad.

Recordar o escribir sobre Liga, sin embargo, tienen un coincidencia indudable: cualquiera que sea la historia que se cuente (triunfos, derrotas, peleas, estafas, descensos, campeonatos), al final de la misma, "Liga es grande" siempre son las últimas palabras. Al ser éste el epílogo de toda charla entre liguistas, ¿realamente importa que los recuerdos no se parezcan?

Si hay algo que de verdad llena de felicidad a la vida, es el fútbol. Es la Liga y el 7 a 0 a Emelec en la final del 98; es el 7 a 0 a Nacional en nuestra cancha; es el abrazo del gringo Berrueta con Polo Carrera en el festejo del tercer gol de la final del 90 contra Barcelona. Felicidad es ver a los jugadores albos en la pileta de la Universidad Central, emborrachados de tanta gloria y vino (sobre todo vino). La vida es increíblemente bella, y sólo aquellos que no gustan del fútbol del equipo albo, suelen ser bastante injustos con la felicidad.

jueves, 8 de febrero de 2007

Antes del desorden. BIENVENIDOS

Estoy en busca de mí. Y, consecuentemente, en busca de todos. Busco los rostros de hombres y mujeres antes de que el mundo exista; cuando el orden implicaba desdén y no lógica, cuando todos buscábamos similitudes en el otro y no diferencias... Espero, con una copa de vino en la mano, encontrarlo. Aunque sé que por más que hoy todo esté en desorden, producto de la incomprensible necesidad de dividr al mundo, todo, en su aspecto gregario, es igual. Sólo hay diferentes apreciaciones.

Del mismo modo que Menard, pretendo escribir, en este espacio, no otro Quijote, sino el Quijote. Mi ambición es reproducir las páginas (palabra por palabra) del libro de Cervantes. Compárenlo ustedes.