lunes, 28 de mayo de 2007

Crónica de una historia que busca un final (la 26 más o menos)

Ha pasado algún tiempo. Pido disculpas por no haber publicado más crónicas de esta historia entre Joaquín y Alejandra (una historia tan mítica como real). El último post del relato fue la crónica número 3. Ahora, como ven en el título, leerán la 26. Es una necesidad del narrador adelantar esta historia hasta ese punto. ¡Sí! Son muchas cosas que faltan por contar, muchas curiosidades pasaron entre la crónica 3 y 26. Todo se relatará a su momento. Sin embargo, reitero, adelantar el relato es una necesidad momentánea del narrador.


Fue así como ocurrió. Joaquín había bebido dos vasos de agua mientras leía un libro de Saramago. Terminó el capítulo X y se levantó del sillón; después de sorber un poco de su café, miró el reloj de mesa: había pasado una hora desde que colgó el teléfono. Alejandra le había ofrecido llamar de vuelta para detallarle algunas cuestiones sobre un posible trabajo.

Hacía dos años que entre Joaquín y Alejandra no había ningún tipo de relación sentimental. Si bien se veían ocasionalmente, más por una voluntad caprichosa del joven, nunca volvieron a estar de novios. Joaquín aprendió a sobrellevar la soledad; aprendió a pensar antes que sentir. No le iba mal: leía mucho, rodeaba su casa de amigos bajo el pretexto del alcohol y la subsistencia y olvidaba.

A Alejandra tampoco le iba mal. Varios hombres pasaron por su vida en ese tiempo; todos, de alguna manera, la marcaron, legaron un cambio. Su recurrencia a la compañía le hizo confundir al amor con acompañamiento. Después de Joaquín, no tuvo una relación tan comprometida; a excepción de Julián. En ese momento, con otras prioridades en mente y con la aceleración que produce el olvido, Alejandra comprendió que se podían vivir más y mejores cosas, más sensibles y húmedas. Julián le demostró que los compromisos acostumbran y que las costumbres enamoran (Joaquín se enteró de algunos detalles de la relación de Alejandra con Julián; con fines dramáticos, explicar sus sensaciones hubiera sido coherente. Sin embargo, aquellas sensaciones, tan fuertes y ricas, desde el punto de vista dramático, merecen una explicación en otra crónica, seguramente la número 15 o 16).

Ambos vivieron su vida a su manera, con su deseos y miedos, con sus amores y desencuentros. Durante esos dos años, el vértigo en el estómago de Joaquín era casi constante: la sensación de perderla definitivamente le vaciaba la barriga. Alejandra, en cambio, muchas veces decidió no sentir vértigo. Decidió bregar por esas palabras que algunas veces escuchó en sus sueños. "Se acabó, ya no puede ser". Ella decidía acabar con todo, pero volvía.

Después de beber el segundo vaso de agua, Joaquín alzó el teléfono y la llamó:

-Hola
-Hola -contestó del otro lado con una voz eterna.
-¿Hablaste con tu primo? -preguntó Joaquín, camuflando su simple intención de escucharla con la de una preopucación laboral.
-Sí, perdón por no llamar antes. -Alejandra le explicó los pasos a seguir para dejar la carpeta; el resto era esperar.

Cuando la lógica pedía despedir la charla y continuar con el método de vida que los había mantenido alejados pero tranquilos, ninguno de los dos quiso despegar el auricular de su oído.

-¿Por qué no podemos estar juntos? -Alejandra preguntó con decisión, llenando de aire sus pulmones y de valentía su corazón.- ¿Crees que podemos volver a intentarlo?

Joaquín había escuchado la pregunta que esperaba por años. Una vez más, Alejandra dejaba de engañarse y se exponía a la respuesta. El pecho del hombre se estrechó y los músculos de su garganta se tensionaron; tragó saliva varias veces: había impedido el paso del sí, ese que en su mente siempre soñó.

-No, no creo que funcione.
-Sí, tienes razón -dijo Alejandra, portegiéndose de la vulnerabilidad.
-Creo, a pesar de los lasos infinitos e inexplicables, que llegó la hora de decirnos gracias y despedirnos; agradezco la confianza y la intimidad de estos años. Tranquila, los beneficios serán tuyos. Supongo que nunca nos conocimos de verdad -las palabras sonaban falsas y se expulsaban pesadas-. Como no tengo ganas de pensar nuevamente en lo tuyo y tus acciones, acepto mi culpa y la responsabilidad de este fiasco. Pero también asumo, para ser justo conmigo, los momentos de felicidad que tuvimos. Yo hice posible los buenos ratos y yo los deshice cuando creí. No, no, no quiero recordar lo que tu hiciste. Prefiero irme convencido de que yo me alejo por mis propios miedos. En todo caso perdón. -en ese momento recordó una frase de Onetti- Nunca te miré de frente la cara, yo jamás te mostré la mía.

Cuando colgaron el teléfono Joaquín bebió un vaso más de agua. Alejandra repetía en su cabeza las últimas palabras del hombre. Los ecos se reiteraban al ritmo de los latidos, de la respiración. "¿Es definitivo?" pensó mientras se acomodaba en la cama. "No, no, como siempre, algún día nos encontraremos..." Su última inferencia la tranquilizó; sabía que tenía que tranquilizarse de alguna manera. Por ahora, seguiría con su actual novio con un sabor amargo, con un peso que estorbaría sus días.

Por su parte, Joaquín terminaba el vaso de agua para evitar que sus ojos se humedezcan. Estaba acostumbrado a esto. Sin embargo, en algún extraño momento, sus convicciones y métodos de vida volvieron a tambalear. Se había acostumbrado a no sufrir, a no dramatizar; pero hoy sus rodillas estaban débiles. "¡Mierda!", pensó, dándose cuenta que la despedida era diferente a las anteriores. Otra vez sintió un vértigo parecido a cuando Alejandra le contó sobre Julián.

En la noche, Joaquín habló:

-Creo que no podré estar con ella
-¿Eso te da miedo? -le respondió alguien en su habitación
-Como nunca
-¿Por qué dices que es definitivo?
-No sé. Creo que ella así lo quiere.
-Tú le dijiste que no funcionaría
-Sí. Supongo que no quiero arriesgarme -contestó Joaquín, con ganas de volver a llamarla y decirle que sí, que fue un loco al decirle que no se imagina con ella en el futuro.
-¿La amas?
-Siempre sueño que la amo
-¿Y ella?
-Es lo que me preocupa. Nunca sueño cómo siente ella.
-Llámala. Dile que no quieres acabar con las posibilidades -le dijeron a Joaquín con una voz tranquila que venía de la ventana.
-Tal vez. De todas formas está en ella volver a darnos una posibilidad. Es ella la que siempre está comprometida, ¿no?
-Tu le dijiste que tampoco funcionaría. ¿No está en ti darse esa posibilidad?
-No, no quiero que esté en mí. No quiero volver a provocar miedo.

Las siguientes crónicas iban a titularse Las que nunca llegarán. Sin embargo, por el inesperado desenlace de este relato. El final de esta historia aún está en búsqueda. Las siguientes crónicas dependerán de la respuesta de Alejandra.