martes, 27 de febrero de 2007

Crónicas de una historia que busca un final (3)

...entonces, ahí nos hablamos.

Esas fueron las últimas palabras de Joaquín al teléfono. No un chao, que duermas bien, que descanses, sueña en mí, o cualquier otra frase rápida y fácil que sirva de epílogo de una conversación telefónica que, con mucho esfuerzo de ambas partes, se prolongó por media hora. No fueron pronunciadas, obviamente, oraciones como te quiero mucho o, peor aún, te amo.

En realidad, y con exactitud, Alejandra y Joaquín hablaron por 27 minutos y unos pocos segundos más. Los segundos necesarios para la despedida de Joaquín: entonces, ahí nos hablamos. La pausa que, por motivos de puntuación, se expresa con una coma, representa casi la mitad de los segundos transcurridos durante la frase. Con exactitud, entonces, la última expresión que despidió la llamada duró 4 segundos. Si bien la relación apenas empieza, muchos coincidirán si decimos que el tiempo dedicado por Joaquín, casi efímero, para despedir a Alejandra, es el primer desacierto como novio. No sabemos, o al menos yo, como su narrador[1], los motivos específicos por los cuales el novio no se empeñó en insinuar palabras de cariño y aprecio hacia la novia. Sin embargo, podemos especular. Ejercicio, además, indispensable, debido al espacio otorgado a la imaginación, para escribir un relato. Por un lado, podemos suponer que Joaquín teme al compromiso con una muchacha. Lo cual implicaría muchas inseguridades y traumas que, por efectos de composición del cuento, no serán explicadas. La otra opción: que simplemente se haya arrepentido del compromiso recientemente adquirido. Pero no descartemos, ni más faltaba, la posibilidad de que, la enorme ilusión que Alejandra produce en Joaquín, provoque en el interior del hombre una suerte de contrasentido en el que las palabras deciden el curso contrario de las intenciones. O, simplemente, algo se dijo en esa charla que no dio lugar a otra despedida.

Entonces, ahí nos hablamos... ¡Vaya frase para despedir a la novia! O quizá Alejandra, que derramó su vaso de limonada mientras hablaba, quedó en llamarlo después de secar su ropa.



[1] La intención irónica de esta última aseveración es evidente. Si yo, como narrador y dueño de la historia, no conozco algún aspecto de la misma, menos ustedes como lectores. La aclaración la hago para la tranquilidad de los más ortodoxos en las técnicas de narración. Para mantener, como si fuera ley, la consistencia en el relato.

jueves, 22 de febrero de 2007

Cuenta cuentos. PURIFICACIÓN

La imagen lo perturbó de inmediato.

- Ya pasó, ya no duele - la voz interrumpió el ensimismamiento del sujeto que había clavado sus ojos sobre el rincón donde se recogía Juan Carlos.
- Pero qué ha pasado - no alcanzó a pronunciar ni una palabra de lo que se preguntaba cuando encontró la respuesta a unos pasos de él. El frasco donde Juan Carlos conservaba su colección de insectos africanos se hallaba en el suelo, quebrado el cristal. Un sutil pánico se apoderó del sujeto que enseguida dio un paso hacia atrás, queriendo alcanzar la salida pero sin lograrlo porque le detenía la condición de su amigo… su rostro. Le detenía, convengamos, la compasión. Tan inoportuna siempre.

- No te preocupes, apenas se rompió el frasco fumigué el departamento – desde el suelo Juan Carlos tranquilizó a su única ayuda en ese momento, adivinando la preocupación del sujeto al constatar el quebramiento del recipiente que encerraba a los animales.
- Cómo estoy, cómo me veo; ya salió todo el veneno, creo. Aún veo con un ojo - continuó Juan Carlos, asustado, recogido en la esquina, con miedo, ya rechazado.
La picazón del bicho contenía el veneno inasible y fatal. La inflamación del lado izquierdo del rostro infló las venas que sostenían al ojo, éste, inevitablemente, saltó de su empotramiento, acumulándose la sangre en la base del pómulo; la leve elevación de color habano se iba extendiendo hasta llegar a la nariz provocando un dolor insoportable. La desubicación del lente humano originó el drenaje de un líquido verdoso, extrañamente espeso, que fluía de la base de la estropeada córnea; el líquido fluía imparable, tóxico, por lo cual la enorme sombra verde se adhería a la piel, la corroía, se penetraba hasta desintegrar el hueso que sostenía la deforme cara de Juan Carlos.

- No te preocupes – dijo el amigo – los paramédicos están por llegar. Se había acercado a Juan Carlos con recelo, lo necesario para darle confianza. Se inclinó hacía el desgraciado hombre con la morbosa curiosidad de identificar los detalles de las heridas, de las llagas secas. Lo conmovió una vez más la imagen; sabía que su amigo lloraba pero no había lágrimas, sabía que había dolor pero Juan Carlos sonreía. Sonreía como si no le importara la ceguera de su ojo derecho, su cara deforme, sus huesos casi al aire. Su semblante, a pesar de lo anormal del rostro, parecía recobrar un aire jovial, tranquilo. El sujeto supuso que a Juan Carlos le tranquilizaba su presencia. Supuso. El sujeto seguía en frente de Juan Carlos, se llevó la mano atrás de la cabeza, como si quisiera asentarse la base del cabello, y se acomodó la etiqueta de su camisa. Cuando trajo su mano de nuevo al frente un río de hormigas caminaba por debajo de la manga.

miércoles, 21 de febrero de 2007

Cuenta cuentos. REPORTE 2

Hace aproximadamente dos días, hemos encontrado un documento que, después de la revisión del personal de nuestro departamento investigativo, hemos concluido se trata de una especie de crónica que explica el origen de esta nueva era. Está claro que no se puede tomar como una verdad científica este tipo de documentos que mas bien obedecen a la ficción. Sin embargo, creemos prudente poner a su conocimiento este hallazgo. Como lo hemos anticipado, la investigación entorno al espejo exige primero una investigación entorno a los principio de nuestra raza y su relación con el sistema planetario en el que vivimos. Por esa razón este documento que les presentamos nos parece oportuno e interesante.


La nave se crispaba intensamente. El movimiento indescifrable del vehículo inestabilizaba los circuitos moleculares que mantenían el funcionamiento normal y fluido en la cabina; la compresión entre los cuerpos se debilitaba, provocando que la cabina se transforme en un ir y venir frenético de objetos que peligraban la integridad de los hombres a bordo. El ambiente incomodaba a los tripulantes que, abrumados, no atinaban una maniobra que les permita retomar el curso que había enrumbado a la nave hacia lo que, en apariencia, constituía una fuerza de atracción central de un sistema que no constaba en los planos de navegación del computador.

El temblor interno se intensificaba. El vehículo, de a poco, se convertía en un objeto errante, cuyo destino final de vuelo estaba a merced de aquella fuerza centrífuga que la atraía a sus entrañas. Todos abordo se aseguraron a sus asientos con las correas que colgaban a los lados, formando una cruz negra en sus pechos. La nave caía precipitadamente.

Aquel acelerado descenso provocaba un vacío en el estómago de los tres tripulantes. Max, el teniente a bordo, permanecía impávido, él y su asiento parecían uno; su vista, asustada, se perdía en el firmamento de aquel planeta al que, llenos de vértigo y con poco control de la aeronave, se acercaban rápidamente. De no ser por la contracción de los dedos de sus manos, aferrados a sus rodillas, la imagen de Max era perturbante: no se movía, no se distinguía la inhalación del aire, ni un pestañeo, no era capaz de articular una palabra. Aquel silencio alarmante, impropio en un humano, de cierto modo, equilibraba el ambiente en la cabina frente a los desenfrenados gritos y órdenes no correspondidas que emitía Ssob, el capitán en jefe. Como responsable de la expedición (que ya aparentaba un fracaso) Ssob intentaba, por todos los medios, recobrar el control del vehículo; a pesar de estar atado a su asiento el capitán no se cansaba de manipular los controles principales, desesperado, gesticulaba torpemente, gritaba incoherencias que pretendía sean captadas por Dooku, el científico e investigador de la tripulación, pero éste tampoco reaccionaba. El griterío de Ssob sólo encontraba los ecos de las ya ardientes latas de la nave. Un cegante estallido justo en frente de la nariz del vehículo, arrancó espeluznantes alaridos por parte de los tres hombres. Max y Dooku intentaban mermar el vacío de sus estómagos juntando las rodillas al pecho, pretendiendo arroparse con su cuerpo. Ssob sólo cerró sus ojos, sintiendo el sudor apoderarse de su rostro y al miedo carcomer sus intestinos y desahogar sus esfínteres.

La nave iba rompiendo la atmósfera de aquel sistema, de aquel planeta que los recibía amenazante. El calor al interior de la cabina era infernal; sin embargo, esa penetración en una presión atmosférica similar a la de su sistema, acumuló fricciones que originaron chispas cerca de los propulsores posteriores, llenando su interior con suficiente energía para que éstos vuelvan a prender. La tripulación recobraba, parcialmente, los circuitos moleculares y el control del vehículo, no obstante, el choque era eminente...

El impacto sorprendió a todos. La aeronave pareció haberse hundido, por un momento, sobre una superficie que amortiguó la caída; suficiente para detener la peligrosísima velocidad con la que descendía el proyectil. Después de varios segundos (que en la mente de los hombres parecieron minutos) en los que la nave se mantuvo en esta especie de cama elástica que de a poco cedía al peso de los hierros hirviendo, finalmente la nave cayó a tierra y un inmenso velo de arena cubrió los cristales del vehículo. Al interior de la cabina todo se vino encima; y sólo después de un minuto, cuando las cosas terminaron de caer y todo parecía estable ya, los tripulantes tomaron conciencia del daño: las miradas recorrían el lugar de arriba a abajo, de derecha a izquierda, como queriendo encontrar un orden que ya no había. Sólo en esos momentos los olores a orines y metal y cable y plástico fundidos se hicieron evidentes. Inhalaron profundamente, se sacudieron las cabezas, se desabrocharon los cinturones, se reconocieron entre sí y abrieron lo que quedaba de puerta.
Los primeros en bajarse fueron Dooku y Ssob. Max, lentamente, recobraba la tranquilidad y el color de la piel. En efecto, los tres náufragos comprobaron que la aeronave había impactado con una especie de enorme carpa antes de colapsar con la superficie. El inmenso agujero en lo alto de la carpa, provocado por el choque del proyectil, permitía atisbar una cielo anaranjado, hermoso; un cielo inasible que oscurecía y opacaba esos últimos rayos de sol que luchaban aún por brillar antes de desaparecer en el horizonte.

El aspecto dentro de la carpa no era igual, el panorama entristecía a cualquiera; y no hacía falta salir de la misma para saber que el planeta estaba vacío. Las huellas de destrucción se evidenciaban a través de los ventanales de aquel invernadero. Afuera, el paisaje era desolador, polvoriento, con unas enormes huellas negras en la tierra, de las cuales, en la espantosa tranquilidad e infinitud de aquel desierto, salía todavía humo, provocado por algún tipo de impacto nuclear. Lo que la carpa guardaba parecía haberse conservado mejor. Aparentemente se encontraban en lo que algún día fue un centro de documentación y recopilación de información. Los anaqueles aún guardaban una cierta distancia simétrica entre sí; algunos estaban destruidos totalmente, doblados sus hierros y con los libros y papeles regados por el piso, como una gran alfombra blanca. El más entusiasta a la hora de explorar las hojas fue Dooku, detrás lo siguieron Max y el capitán en jefe. Los tres empezaron a revisar las amarillas páginas que encontraban. Sin embargo, una información en particular les llamó la atención.

Ssob había encontrado algo dentro de un paquete de hojas que habían sido resguardadas por una caja metálica negra. El documento podía leerse sorprendentemente con claridad. Los tres revisaron el contenido: “Antropos, Antropología”, eran las palabras que confundían a los tripulantes; sin embrago, emocionado, con los ojos iluminados y enormes, Dooku recordó que aquellas palabras respondían a una lengua antiquísima de una cultura llamada griega. “Antrophos= hombre; logía= tratado” enunció entusiasta Dooku. Las miradas silenciosas se cruzaron; consternados, los hombres esbozaron una sonrisa nueva, se tomaron la cabeza, gritaron al firmamento, se desahogaron de lo que parecía ser una incertidumbre de siglos. En sus manos reposaba la prueba fehaciente de lo que hasta ahora había sido un mito, una leyenda que trataba de explicar el origen de su sistema, de su mundo. El amarillo papel confirmaba la existencia de lo que algún día fue la raza humana.


Departamento Investigativo 64 (Cuarta Órbita)
Recopilación: Michael de Nostradamus, 35- julio lunar - 3026

viernes, 16 de febrero de 2007

Cuenta cuentos. HISTERIA

La histeria, según el análisis psicológico, es una de las neurosis más complicadas que la persona podría experimentar. A diferencia de las psicosis, las enfermedades neuróticas se caracterizan por no deformar la personalidad del individuo; la histeria, por ende, es una enfermedad curable.

La histeria es una neurosis provocada, posiblemente, por rasgos genéticos; sin embargo, no se descarta, como causa, las experiencias traumáticas del sujeto. Este desorden psíquico es un desequilibrio entre las necesidades internas de la persona frente a las exigencias del medio social. Dicha particularidad generará una frustración creciente pues las carencias psíquicas (desadaptación social) no encontrarán un lugar cómodo para el desarrollo pleno del individuo.

El sujeto histérico es un exagerador de las relaciones y comportamientos sociales; posee una personalidad cambiante: puede ser extremadamente afectivo pero resentirse ante todo. La histeria se caracteriza por una constante actitud hipócrita, una buena voluntad sin razón. La persona que sufre de esta patología siempre asume un papel de víctima frente a cualquier relación; vive su vida asignando rolles (tal cual un teatro) a sus amistades o familiares; el individuo histérico trata de manipular a la gente que lo rodea para satisfacer necesidades desequilibradas psíquicamente.

Esta patología puede llegar a extremos alarmantes. La histeria conduce a la persona a experimentar síntomas somáticos recurrentes y muy incómodos: dolor de estómago, dolor de cabeza, falta de apetito, dolor de espalda, dependiendo de la persona. El punto culminante de la enfermedad patológica, es el ataque histérico, que, mediante gritos ensordecedores, un discurso apocalíptico y cierto distanciamiento de la realidad, pueden desembocar en el internamiento del individuo. De no ser internado y tratado apropiadamente, quienes rodeen al histérico podrían morir en sus manos. Mejor intérnese.

Cuenta cuentos. REPORTE INICIAL

Pocas cosas son la que me intrigan e incomodan. La generalidad de las personas suelen mostrar poco interés e incomodidad con los espejos. Para mí, esa es una de las pocas cosas que desequilibran mi ánimo. Empotrada en los sitios más inoportunos, el espejo es el permanente recuerdo atormentador de tu existencia, pero de otra vida.

Es, el espejo, un elemento del más allá (metafísico); esto, de ninguna manera, carece de un fundamento empírico. Es algo que sólo podría explicarse por el mito de su creación. Sin embargo, ni su elaboración o fecha de aparecimiento están definidos, varían según las culturas[1] . A pesar de esto, en todas las versiones posibles (incluso en la mía) el espejo es concebido como un instrumento visible del mundo de seres que no somos nosotros, que nos imitan, o mejor dicho, nos vigilan y asechan esperando algo aún no especificado por los estudiosos[2]. El espejo es una herramienta de análisis para los que viven del otro lado; aquellas personas, según algunos reflejólogos, intentan disfrazarse mediante un fiel reflejo de ustedes y de mí, para esconder intenciones que aún esperan clarificación. Si bien el espejo, en la práctica, ha sido útil para satisfacer necesidades vanidosas, tenemos que recordar que su función principal es espiar. Mientras más nos veamos en él, más sabrán de nosotros aquellos individuos que, hasta no confirmar sus propósitos, son una amenaza para todos.

Las investigaciones continúan su curso previsto. No obstante, la misteriosa e inquietante condición del espejo es ya un certeza.

Departamento Investigativo 64 (Cuarta Órbita)
Reporte: Michael de Nostradamus, 27- julio - 3026



[1] Por motivos de mi relato, es innecesario especificar los mitos y leyendas de cada una de las culturas en torno a la aparición del espejo.
[2] En los últimos dos años el Departamento General de Gobierno ha creado un centro de investigación y estudio del espejo, su condición y particularidades. Este centro se mantiene bajo estricto secreto para evitar desestabilizar a la comunidad.

Cuenta cuentos

El nombre de esta entrada, me parece, es igual a la que tenía una publicación de cuentos para niños, hace ya más o menos 18 años. Lo que sugiere el nombre está clarísimo. Sin embargo, un comentario previo a manera de prólogo. Por momentos, tengo el descaro de pretender ser escritor. No lo soy (y no sé si lo seré). Y supongo que tampoco busco serlo. Tan es así, que ni siquiera voy a estudiar (por cobardía, no por otra cosa) literatura. Pero sí sé que escribir me relaja. Es un ejercicio necesario para volver al equilibrio emocional que constantemente lo pierdo. Por eso escribo, realmente no hay otros motivos.

miércoles, 14 de febrero de 2007

Crónicas de una historia que busca un final (2)

La primera visita la hizo acompañado de un amigo. No porque, en algún nivel subconsciente de la mente de Joaquín, tema la interactuación a solas con Alejandra, sino porque hasta ese día Joaquín no sabía la ubicación del domicilio de su novia; su amigo, que conocía a Alejandra anteriormente, lo guió. La casa no era grande. Pero era suficiente para las dos personas que vivían allí: Alejandra y su madre. Lectores minuciosos y altamente sensibles, podrían llegar a resentirse si supieran que, junto a las mujeres, convivía un gato. Gato que no fue tomando en cuenta a la hora de enumerar los seres que habitaban la casa. No obstante, para la tranquilidad de este relato pero la intranquilidad de aquellos más susceptibles, el gato murió no mucho despúes de esta primera visita.

Alejandra no recibió a Joaquín (ni a su amigo, que para este momento ya era un estorbo) dentro del domicilio. El encuentro se desarrolló en la vereda, bajo las luces de la avenida y de una luna que apenas se atisbaba entre la nubes. El diálogo, que teórica y usualmente lo participan dos, esta vez tuvo tres actores. La actriz de reparto fue Alejandra. Los dos protagonistas principales, Joaquín y su amigo, monopolizaron la conversación. No porque no querían que Alejandra forme parte de la charla, la razón obedecía a un comportamiento social simple. Joaquín y su amigo, producto del tiempo que se conocían, se sentían más cómodos hablando entre ellos. Alejandra lo comprendía y, por momentos, lo aceptaba. Sin embargo, tenía claro que en pocos meses la situación cambiaría. Horas más tarde, Joaquín contestó el teléfono de su casa.

lunes, 12 de febrero de 2007

Disculpas

Con frecuencia los apresuramientos e incontrolables emociones, propias de la juventud, te hacen equivocar. Cuando eso pasa, en perjucio de los tuyos, de quienes valoras realmente, lo más sensato es arrepentirse. Y, por ende, disculparse.

A Diana, por no estar ahí producto de mis apresuramientos sin sentido.
Perdón amiga

sábado, 10 de febrero de 2007

Crónicas de una historia que busca un final (1)

Joaquín se dejaba hundir en el sofá. Disfrutaba la suavidad de los cojines, el perfume a café, el calor del fuego a su izquierda, la música de Serrat. La baja intensidad de la luz lo hacía sentirse protegido y confiado. Tanta comodidad, no habitual para él en esta última etapa, le era extraña pero placentera (ojos cerrados, mente dispersa). Tanta comodidad, desde hace tiempo añorada por él, por poco y le hace olvidar de la mujer a su derecha (ojos abiertos, mente lúcida). Ella, Alejandra, curiosamente, sentía que como pocas veces en su vida la conversación fluía sin incomodidades. Hablaba con alegría. Él escuchaba con comodidad. Y si aparecían los silencios, tan indeseados en esos casos, se hablaban con la mirada, que muchas veces dice lo que por cobardía los labios no pronuncian. Joaquín se dejaba hundir en el sofá sintiéndose cada vez mejor. Alejandra ya no hablaba. Ambos ocuparon sus labios (ojos cerrados, mentes ilusionadas).

viernes, 9 de febrero de 2007

SÓLO ALBOS

El fútbol es, ante todo, pasión. Es triunfo y derrota; ansiedad, alegría, tristeza. El fútbol es, siempre, grato. No pretendan, entonces, encontrar, en este espacio, razonamientos lógicos. Hago esta aclaración para evitar el resentimiento de miles y miles de personas que no son hichas de Liga Deportiva Universitaria y que seguramente serán aludidos peyorativamente en los comentarios. SÓLO ALBOS, bienvenidos.

A los hinchas de Liga, por la simpatía implícita y el cariño compartido.

Milan Kundera decía que los recuerdos no siempre se parecen. Y Bryce Echenique aseguraba que la vida es increíblemente bella, pero uno suele ser bastante injusto con la felicidad.

Recordar o escribir sobre Liga, sin embargo, tienen un coincidencia indudable: cualquiera que sea la historia que se cuente (triunfos, derrotas, peleas, estafas, descensos, campeonatos), al final de la misma, "Liga es grande" siempre son las últimas palabras. Al ser éste el epílogo de toda charla entre liguistas, ¿realamente importa que los recuerdos no se parezcan?

Si hay algo que de verdad llena de felicidad a la vida, es el fútbol. Es la Liga y el 7 a 0 a Emelec en la final del 98; es el 7 a 0 a Nacional en nuestra cancha; es el abrazo del gringo Berrueta con Polo Carrera en el festejo del tercer gol de la final del 90 contra Barcelona. Felicidad es ver a los jugadores albos en la pileta de la Universidad Central, emborrachados de tanta gloria y vino (sobre todo vino). La vida es increíblemente bella, y sólo aquellos que no gustan del fútbol del equipo albo, suelen ser bastante injustos con la felicidad.

jueves, 8 de febrero de 2007

Antes del desorden. BIENVENIDOS

Estoy en busca de mí. Y, consecuentemente, en busca de todos. Busco los rostros de hombres y mujeres antes de que el mundo exista; cuando el orden implicaba desdén y no lógica, cuando todos buscábamos similitudes en el otro y no diferencias... Espero, con una copa de vino en la mano, encontrarlo. Aunque sé que por más que hoy todo esté en desorden, producto de la incomprensible necesidad de dividr al mundo, todo, en su aspecto gregario, es igual. Sólo hay diferentes apreciaciones.

Del mismo modo que Menard, pretendo escribir, en este espacio, no otro Quijote, sino el Quijote. Mi ambición es reproducir las páginas (palabra por palabra) del libro de Cervantes. Compárenlo ustedes.